miércoles, 12 de febrero de 2020

Lombrices y culebras

Las pequeñas lombrices que se arrastran por el jardín o que van de un lado a otro, minando la tierra suelta, parecen animales comunes e insignificantes, y sin embargo, son de la mayor utilidad al hombre, ajeno por lo general del bien que reportan.

Si no existieran las lombrices, nos sería difícil vivir. A ellas se debe el que la yerba crezca para que sirva de pasto al ganado, y que la huerta produzca hortaliza para nuestro sustento.

Mucho antes de que a nadie se le ocurriera construir un arado, las lombrices hacían el beneficio de romper los grandes terrones en los campos de cultivo. Estos animalitos no tienen ojos, antenas ni patas, pero tienen en cada anillo de los que forman su cuerpo, cuatro pares de cerdas que les sirven para moverse.

Por los hoyos que las lombrices hacen en el terreno, para aire que seca la humedad y permite que las raíces de las plantas se conserven en buen estado.

Las lombrices prestan aún otro servicio. Convierten el terreno empobrecido en fertilísima tierra vegetal, y esto lo hacen tragándose tierra y hojas secas, que expelen más tarde.

La tierra, al salir del cuerpo de la lombriz, cae formando montoncitos, que el viento y la lluvia esparcen luego por el campo. En una huerta se ven cientos de estos montoncitos, mediante los cuales la superficie laborable se transforma constantemente en magníficos terrenos de labor.

Ni hay hortelano que pueda transformar la tierra virgen en tierra vegetal tan bien como lo hacen las lombrices.

Hay algunos animales que causan general repugnancia y cuya presencia se elude, porque no son agradables a la vista. Pero esto es, las más de las veces, predisposición contra ellos, pues un detenido estudio de los mismos revela bondades y bellezas que habían pasado inadvertidas. Existe una antipatía general y hasta cierto punto absurda, en contra de las culebras, causante para ellas de un sufrimiento injustificado. el temor que se tiene a estos animales es tan común que, para muchas personas, chicas y grandes, un paseo por el bosque no sólo deja de ser un placer, sino que es considerado como un gran peligro, por miedo a las culebras.

Las culebras chilenas son inofensivas y prestan buen servicio, pues matan insectos dañinos. En ver de temblar de terror a la vista de una culebra, obsérvesele y estúdiensele con detención, y pronto se querrá saber por qué se arrastran tan de prisa, qué come y dónde vive. Así, observándola, se vendrá al conocimiento de que la culebra es en todo diferente a la lombriz. Pertenece a una familia distinta, pero es tan inocente e inofensiva como aquélla. Las culebras, como todos los reptiles, desean que su liberad no sea coartada, que las dejen arrastrarse sin impedimentos por entre las yerbas, y si alguna se desliza sobre el pie o la mano de una persona, no hay que temer, porque no hará daño.

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