viernes, 3 de abril de 2020

El Brahamn, el tigre y el chacal

Leyenda hindú adaptada por Herminio Almendros

Una vez, al pasar un brahmán por unpueblo de la India, vio a la vera del camino una gran jaula de bambú donde se revolvía furioso un tigre que los campesinos habían cazado en una trampa.

Al ver al brahmán, dijo el tigre con voz lastimera:

- ¡Hermano brahmán, ábreme la puerta y déjame salir a beber agua! ¡Tengo sed y no me han puesto agua en la jaula!

- Si te abro la puerta, hermano tigre, temo que después quieras devorarme como a los carneros de los rebaños -dijo el brahmán.

- ¿Cómo puedes haber pensado tal cosa? -añadió el tigre-. ¿Me crees capaz de una acción tan baja? Anda, déjame salir tn sól un momento para beber un sorbo de agua, hermano brahmán. Yo te mostraré mi agradecimiento.

Abrió mi brahmán la puerta de la jaula,  y el tigre, al verse en libertad, saltó sobre él para comérselo.

- ¡Hermano tigre!, ¡hermano tigre!, ¡espera! Me has prometido que no me harías daño alguno. Lo que quieres hacer ahora no es noble ni es justo.

- Eso no me importa -dijo el tigre-. Voy a devorarte porque a mi me parece muy justo y puesto en razón.

Tanto suplicó el brahmán, que al fin convenció al tigre de que esperara hasta oír el parecer de los tres primeros caminantes con quienes toparon.

El primero que encontraron fue un búfalo que estaba tendido al borde del camino.

El brahman se detuvo y le dijo:

- Hermano búfalo, ¿a ti te parece justo noble que el tigre quiera devorarme, después que acabo de librarlo de una jaula donde estaba encerrado?

El búfalo levantó la vista con tristeza y dijo lentamente:

- Cuando yo era joven y fuerte, mi amo me hacía trabajar sin descanso. Ahora que soy viejo y débil, me abandona para que muera aquí mismo de hambre y de sed. Los hombres son muy ingratos. Si el tigre se comiera al brahmán haría una obra de justicia.

El tigre saltó furioso sobre el brahmán, pero este gritó:

- ¡No!, ¡no!, ¡espera!, aún tenemos que consultar a otros dos.

Poco después vieron un águila que planeaba el vuelo a poca altura sobre sus cabezas, y el brahmán le gritó:

- ¡Hermana águila!, ¡hermana águila!, dinos si te parece justo que este tigre quiera comerme, después que lo he librado de un terrible encierro.

El águila descendió y dijo:

- Yo pensaba mi vida entre las nubes y no hago daño a los hombres, pero los hombres me disparan flechas y matan a mis hijos cuando encuentran mi nido. Los hombres son una raza cruel. Yo creo que el tigre hará bien si se come al brahmán.

El tigre se abalanzó sobre el brahmán. El brahmán gritó:

- ¡No!, ¡no!, espera, hermano tigre. Ésta es la segunda vez que consultamos, y hemos convenido en que pediríamos tres pareceres. Todavía falta uno.

El tigre, aunque rezongando, continuó el camino con el brahmán.

Al poco rato encontraron un chacal que caminaba alegremente.

El brahmán se acercó a él y le dijo:

- Hermano chacal, ¿qué te parece?, ¿encuentras justo que el tigre quiera devorarme, después que lo he librado de una jaula?

- ¿Cómo dices? -preguntó el chacal.

- Digo -repitió el brahmán en alta voz-, si tú crees noble y justo que el señor tigre quiera devorarme, cuando yo mismo le he ayudado a salir de una jaula donde estaba encerrado.

- ¿De una jaula? -repitió el chacal, como distraído.

- Sí, sí, de una jaula. Yo mismo le abrí la puerta. Ahora queremos saber tu opinión...

- ¡Ah! ya -dijo el chacal-. Quereís saber mi opinión. En este caso tenéis que contármelo todo con claridad, pues yo soy un poco torpe y no entiendo bien las cosas. vamos a ver, ¿de qué se trata?

- Mira -comenzó el brahmán-, iba yo por un camino, cuando vi al tigre que estaba encerrado en una jaula. Entonces me llamó...

- ¡Huy!, ¡Huy!, ¡Huy! Si empiezas una historia tan larga -dijo el chacal- no te entenderé una sola palabra. Tienes que explicármelo mejor. ¿A qué jaula te refieres?

- A una jaula ordinaria; una jaula de bambú -respondió el brahmán.

- Bueno, pero eso no asta. Sería mejor que yo viera esa jaula, y así comprendería bien lo que he pasado.

Desanduvieron el camino y llegaron los tres al sitio donde estaba la jaula.

- Ahora, vamos a ver -dijo el chacal-. ¡Dónde estas tú, hermano brahmán?

- Aquí mismo, en el camino.

- ¿Y tú, hermano tigre?

- Yo, dentro de la jaula -, respondió el tigre, ya enfadado y dispuesto a comerse a los dos

- ¡Oh! dispense, señor tigre - dijo el chacal -. Soy torpe y no puedo darme exacta cuenta de todo esto. A ver, permítame, ¿como estaba usted en la jaula?, ¿en qué posición?

- Así, ¡torpe! -dijo el tigre saltando dentro de la jaula-. En este rincón y con la cabeza vuelta hacia allá.

- ¡Ah, sí, sí!; ya comienzo a comprender. Pero, ¿por qué no salía de ahí? -preguntó el chacal.

- ¡No ves que la puerta estaba cerrada! -rugió el tigre.

- ¡Ah!... la puerta estaba cerrada. Y ¿cómo estaba, cómo estaba cerrada? -siguió diciendo el chacal.

- Asi -dijo el brahmán cerrando la puerta.

- Pero no veo cerradura -añadió el chacal. Bien podía haber salido.

- Es que hay un cerrojo -dijo el brahmán, corriendo el cerrojo.

- ¡Ah!, vamos, hay un cerrojo. Ya veía yo que había un cerrojo -dijo burlón el chacal viendo ya encerrado al tigre.

Y dirigiéndose al brahmán, añadió:

- Ahora que la jaula está cerrada, le aconsejo, amigo mío, que la deje como está. Y usted,, señor tigre, ya puede estar tranquilo, que pasará algún tiempo sin que haya quien se atreva a devolverle la libertad.

Luego, volviéndose al brahmán, le hizo un gracioso gesto y marchó camino adelante.

miércoles, 12 de febrero de 2020

Mambrú

Cantares de Chile, Versión de Mario Baeza.
Profesor y director de coros polifónicos de notables condiciones, y autor del Cancionero Escolar, Cantares de Chile, y de otras obras de su especialidad.
En las palabras preliminares de Cantares de Chile, dice: "Algunas de estas canciones fueron escritas por gente que tú y yo conocemos. Otras son herencia de muchos hombres y mujeres olvidados de quieres nadie sabe cómo fueron. Cantares iguales o muy semejantes a éstos se dicen en otros sitios de América... Son aguas que viene de un surtidor común orillando huertos vecinos"... "Ese cantar, el tuyo, el mío y el de todos, nos hará sentirnos tan amigos, como el estero es hermano gemelo de los pájaros". 

Un niño en Francia
muy bello y sin igual
por no tener padrinos,
Mambrú se va a llamar.

Mambrú creció muy luego,
casarse quiere ya,
con una hermosa niña
nacida en Portugal.

Diez duques y marquesas
lo van a acompañar.
En la noche del baile,
lo llama un oficial.
En la mano le pone
un mensaje real.
Mambrú que lo ha leído
se tuvo que embarcar.

Llevaba en su casaca
la rosa de un rosal:
recuerdo de su esposa
que tuvo que dejar.

Mambrú se fue a la guerra,
no se cuándo vendrá;
¿será para la Pascua
o pa' la Trinidad?

La Pascua ya se ha ido,
también la Trinidad;
sube, niño, a la torre
por ver si viene ya.

Ahí viene un palomito,
¿qué nuevas traerá?
- Las nuevas que yo traigo
dan ganas de llorar.

Mambrú murió en la guerra,
lo traen a enterrar
en una barca blanca
que viene por el mar.

Aquí acabó la historia:
Mambrú descansa ya
en caja de terciopelo
con capa de cristal. 

La madre de los Gracos

Vivía en Roma una aristocrática y hermosa dama llamada Cornelia. Hubiera podido casarse con un rey, pero prefirió casarse con un honorable ciudadano romano. Su marido se llamaba Graco, y tuvo de él dos hijos, que fueron conocidos por los "Gracos".

Amábalos con pasión; educólos en virtud y nobleza y se propuso que fueran dignos ciudadanos de Roma.

Un día, recibió la visita de una elegante patricia que solo acertaba a hablarse de trajes y joyas, y que terminó por decirle:

- Ya sé que tenéis también joyas muy preciosas, ¿me las quiere enseñar?

Levantóse Cornelia, salió de la estancia y, al corto rato, reapareció llevando de cada manos a sus dos hijos ya mayorcitos.

- Estos -dijo- son las únicas joyas de que os he hablado.

Fueron aquellos hijos hombres heróicos, y toda roma reconoció que debían a su madre el ser tan valientes y justicieros. aún en vida se le levantó una estatua con esta inscripción.

A CORNELIA, madre de os Gracos.

¡Gran destino es ser madre de hombres heróicos! El nombre de Cornelia vivirá siempre y sus famosos hijos son recordados por haber tenido una madre tan noble y tan buena, que hizo de ellos lo que fueron: hombres célebres.

Así, las madres de todos los tiempos que abrazan con amor los deberes maternales, hacen de sus hijos valores reales, que a su vez, continuando la cadena cuyos eslabones empiezan en la madre, prosiguen dando a la Patria, al hogar y a la sociedad mujeres tan augustas como Cornelia, y hombres tan extraordinarios como los Gracos.

La camisa del hombre feliz

Hace muchísimos años vivía un rey que era muy desgraciado y que de tanto sufrir cayó enfermo; los médicos no sabían qué enfermedad era, pero el mago de la corte dijo que la única manera  de salvar al rey sería ponerle la camisa de un hombre feliz.

Salieron, entonces, emisarios a todas partes, para buscar un hombre feliz, mas ese hombre no aparecía en ninguna parte, hasta que un día, ya desesperados, el primer ministro y el mago del palacio se sentaron a descansar bajo un árbol. Sintieron cantar, se asomaron y vieron dentro de una gruta a un hombre que, al parecer, era inmensamente feliz. El primer ministro con el mago entraron, decididos a preguntarle por qué estaba tan contento.

- Dime, buen hombre -le dijo el primer ministro- ¿por qué estás tan contento?
- Porque soy un hombre feliz -le respondió.
- ¿Siempre te hallas así tan feliz? -preguntóle el mago.
- Sí -contestó el hombre- soy feliz porque no tengo ninguna preocupación. ¡Sí, soy feliz! ¡Muy bien!
- Entonces ya salvamos al rey, dijo el primer ministro, y dirigiéndose al hombre, le expresó: -haznos el favor de darnos tu camisa; el indispensable par que sane el rey.
- Oh, señor -repuso el hombre- yo se la daría con mucho gusto, pero ¿saben? yo no uso camisa.

¡El único hombre feliz del reino no tenía camisa!

Lombrices y culebras

Las pequeñas lombrices que se arrastran por el jardín o que van de un lado a otro, minando la tierra suelta, parecen animales comunes e insignificantes, y sin embargo, son de la mayor utilidad al hombre, ajeno por lo general del bien que reportan.

Si no existieran las lombrices, nos sería difícil vivir. A ellas se debe el que la yerba crezca para que sirva de pasto al ganado, y que la huerta produzca hortaliza para nuestro sustento.

Mucho antes de que a nadie se le ocurriera construir un arado, las lombrices hacían el beneficio de romper los grandes terrones en los campos de cultivo. Estos animalitos no tienen ojos, antenas ni patas, pero tienen en cada anillo de los que forman su cuerpo, cuatro pares de cerdas que les sirven para moverse.

Por los hoyos que las lombrices hacen en el terreno, para aire que seca la humedad y permite que las raíces de las plantas se conserven en buen estado.

Las lombrices prestan aún otro servicio. Convierten el terreno empobrecido en fertilísima tierra vegetal, y esto lo hacen tragándose tierra y hojas secas, que expelen más tarde.

La tierra, al salir del cuerpo de la lombriz, cae formando montoncitos, que el viento y la lluvia esparcen luego por el campo. En una huerta se ven cientos de estos montoncitos, mediante los cuales la superficie laborable se transforma constantemente en magníficos terrenos de labor.

Ni hay hortelano que pueda transformar la tierra virgen en tierra vegetal tan bien como lo hacen las lombrices.

Hay algunos animales que causan general repugnancia y cuya presencia se elude, porque no son agradables a la vista. Pero esto es, las más de las veces, predisposición contra ellos, pues un detenido estudio de los mismos revela bondades y bellezas que habían pasado inadvertidas. Existe una antipatía general y hasta cierto punto absurda, en contra de las culebras, causante para ellas de un sufrimiento injustificado. el temor que se tiene a estos animales es tan común que, para muchas personas, chicas y grandes, un paseo por el bosque no sólo deja de ser un placer, sino que es considerado como un gran peligro, por miedo a las culebras.

Las culebras chilenas son inofensivas y prestan buen servicio, pues matan insectos dañinos. En ver de temblar de terror a la vista de una culebra, obsérvesele y estúdiensele con detención, y pronto se querrá saber por qué se arrastran tan de prisa, qué come y dónde vive. Así, observándola, se vendrá al conocimiento de que la culebra es en todo diferente a la lombriz. Pertenece a una familia distinta, pero es tan inocente e inofensiva como aquélla. Las culebras, como todos los reptiles, desean que su liberad no sea coartada, que las dejen arrastrarse sin impedimentos por entre las yerbas, y si alguna se desliza sobre el pie o la mano de una persona, no hay que temer, porque no hará daño.

martes, 11 de febrero de 2020

El volantin

Cleophas Torres de Perry

Educadora, escritora y poetisa chilena contemporánea.

Con unos maderos de caña flexible
armazón liviana y firme le di.

Papel satinado de cuatro colores
fue el ropaje claro que lo vestí.

Los mismos tirantes que lo atan a tierra
son los que aseguran su vuelo triunfal.

Con mano nerviosa desenrollo el hilo
e inflado su pecho empieza a volar.

Alterna con nubes y pájaros, vuela
como si quisiera llegar hasta el sol,
y en las vibraciones del hilo yo siento
que canta los cielos en mi corazón.

Y cuando el ocaso enciende sus fuegos,
brillan los colores de mi volantín,
como un picaflor que pasa libando
las flores de inmenso y alado jardín.

En las noches dejo la ventana abierta,
y nimbados de astros soñamos los dos,
que subiendo juntos por el cielo inmenso
por rutas de estrellas llegamos a Dios. 

El compañero de viaje

"¿Es este el camino del lugar?", preguntó un perro joven a un zorro muchacho que tomaba el sol entre las matas. "Si, éste es, le respondió el zorro, y como he descasado bastante y voy también al mismo pueblo, quiero acompañarle". "Tome usted la derecha". "No le permito; soy más joven". "Usted es forastero; ¿quién diría de mi las gentes?".

El perro no se atrevió a replicar, y así atravesaron por delante de un bosque situado a la derecha del camino. Un poco más allá vieron otro bosque hacia la izquierda, y dijo el zorro, deteniéndose: "He reflexionado y tenía usted razón; soy el más viejo y podrían criticarle a usted por cederme la derecha":

Así atravesaron el bosque hasta encontrar otro grupo de árboles al lado opuesto. Entonces el zorro hizo una parada, y dijo, con mucha convicción:

- ¡Alto! No pasaré de aquí si no vuelve usted a ponerse a mi derecha. En este país hay mucha etiqueta y me desollarían si no le cedo el sitio preferente. ¿Y que dirían de mi? Usted va de paso y yo me quedo... Volvieron a caminar, y el zorro marchaba al compás del compañero, resguardado por su cuerpo y encogiendo mucho el rabo, cuando sonó un disparo entre los árboles. El zorro desapareció, mientras el perro, con la pata rota, lanzaba lastimosos aullidos.

- ¡Calle!, es un perro, dijo un cazador: pero yo he visto un rabo de zorro.
- Era el de mi compañero de viaje -contestó el perro, entre ladridos, y contó la aventura al hombre-. Ven a casa a curarte -dijo este- pero que esto te sirva de lección y que no olvides nunca que más vale ir solo que mal acompañado...