miércoles, 12 de octubre de 2011

Elogio de la naranja

Naranja del naranjal,
guardada como tesoro
en tu casquiete de oro,
¡naranja del naranjal!

Naranja llena de sol
y grato jugo vital;
naranja del naranjal,
naranja llena de sol

Tu fresca carne ideal
exalta la juventud;
¡dame alegría y salud,
naranja del naranjal!

El agua y el mineral
y la tierra generosa
te hicieron rica y sabrosa,
naranja del naranjal...

ni que envidiarle al panal
tienes tú, pues como él
a ti te sobra la miel
naranja del naranjal.

En tu poma substancial,
se ocultan dulces y finas
saludables vitaminas,
naranja del naranjal.

¡Naranja! savia vital,
plena de sol y virtud,
porque das vida y salud
mereces un madrigal.

¡Naranja, savia vital,
mereces un madrigal
porque das vida y salud,
naranja del naranjal.

viernes, 7 de octubre de 2011

Entre reyes

Alejandro III, Zar de Rusia; el Rey de Grecia y el Príncipe de Gales, salieron un día a Copenhague para realizar una pequeña cacería. Iban a pie, y arrastrados por la afición a la caza, se alejaron tanto, que para volver, tuvieron que recurrir a un labriego que manejaba un carricoche.

El vehículo en que subieron sólo tenía cuatro asientos, contando el que ocupada el cochero, un viejo de barbas blancas. El Zar ocupó un puesto al lado del conductor, y detrás se sentaron el Rey de Grecia y el Príncipe de Gales.

Cuando había ya cubierto buena parte del camino, preguntó el cochero a su ilustre vecino:

-¿Quiénes son esos que van detrás?
-El Príncipe de Gales y el Rey de Grecia.

Se calló el cochero; pero a poco rato, volviéndose hacia su vecino, volvió a preguntar, medio irónico:

-Y usted, ¿quién es?
-¿Yo?, pues, el Emperador de Rusia -respondió su Majestad Alejandro III.

Algo molesto este por tanta curiosidad, miró de frente al cochero y preguntóle a su vez:

-Y usted, ¿quién es, puede saberse, para que pregunte tanto?

-¿Quién? ¿Yo? -exclamó amostazado, el viejo campesino creyéndose víctima de una burla- ¡Yo soy el Emperador de China!

Por fin llegaron al término del viaje, y cuál no sería la sorpresa del campesino al ver que su compañero de viaje le había dicho la verdad. El Zar le hizo adelantar hasta él, y, entregándole cien rublos, le dijo:

-Toma y pon atención en lo sucedido, Yo te he dicho la verdad, pero tú eres un embustero.

Frente a tu casa (Juan de Cruz)

Niño, ¿has reparado en el arbolito que la Municipalidad colocó cerca de tu puerta? Es un buen amigo tuyo. Está allí para purificar el aire que respiras, para darte en verano generosa sombra, cuando cansado de jugar, converses con tu vecino (porque, sin duda, serás amable con quien vive al lado de tu casa); para decirte en primavera el mensaje del bosque; para darte en otoño la advertencia de que debes prepararte para el frío del invierno, y decirte que no temas al hielo; él tendrá más frío que tú, porque estará desnudo; mas siempre permanecerá cumpliendo allí la misión de dar oxígeno a tus pulmones.

Cuida a tu amigo árbol; enséñale a tu hermanita pequeña o al muchacho ignorante que si se columpia en sus ramas, que son débiles todavía, se romperán, y el arbolito morirá...

Hazle una oquedad en la base y échale agua algunas veces. El mundamente te agradecerá recreando tus pupilas con su hermosa figura. Y cuando pasen muchos años, y tú seas anciano, ¡quién sabe si te sea consolador apoyar tu cuerpo cansado en su tronco, que entonces será grueso y firme!, y, quién sabe, también , si te será grato eocar el recuerdo de tus padres y de tus hermanos.

miércoles, 5 de octubre de 2011

El tiranosauro

De entre todas las bestias gigantes antediluvianas de tierra, agua o aire, tales como el mamut, el estegosauro, el megaterio, el brontosauro y el enorme altantosauro, de cuarenta metros de largo y a cuyo paso temblaban la tierra, se caracterizaba por su ferocidad el tiranosauro.

Media 17 metros de lagro este tirano rey de los reptiles (gr. tyrannos, tirano; y sauros, reptil), el más feroces de todos sus congéneres.

Este bípedo, es decir, caminaba y corría sobre sus patas traseras, tremendamente desarrolladas, equilibrando su cuerpo con el peso de la formidable cola. Sus pies estaban provistos de fuertes zarpas, parecidas a las de las águilas, con la diferencia de que las suyas eran de 20 centímetros. Su cabeza medía casi un metro y medio y sus patas delanteras, menos desarrolladas, sólo le servían para aferrar y desgarrar la presa.

El cuerpo de la bestia estaba dotado de gruesísima piel y carecía de armaduras, como las defensivas del estegosaurio, el dimetrodón o el triceratops, pues poca falta le hacían, dada la superioridad combativa frente a las otras tremendas especies, a no ser que luchara contra otro tiranosauro.

En museos de Europa se hallan perfectamente conservados esqueletos fósiles suyos, así como de muchos otros monstruos de tan remotas edades.

Cuando uno contempla tales restos o ve reproducidas en cuadros sus imágenes, sin querer, piensa en el hombre de las cavernas que, para conservar su vida, tenía que luchar no solo contra la inclemencia de la bravía naturaleza de esos milenarios tiempos, sino también contra tan fieros y formidables enemigos.

Cosas de negros

Allá, en un oculto y atrasado país de Nigeria, lleno de rocas de origen volcánico y  de vastísimos y antiguos cráteres, hay una laguna de agua limpia a la que los habitantes atribuyen un poder sobrenatural.

Aquellos buenos negros, que viven en un gran aislamiento desde hace más de medio siglo, conservan las prácticas y superticiones del fetichismo y creen que aquella laguna tiene acceso a un mundo subterráneo en donde habitan los viejos dioses protectores de la raza negra.

Ellos encuentran la prueba en un fenómeno que les impresiona extraordinariamente, en su ignorancia de primitivos. En tiempo normal la superficie de la pequeña laguna, protegida por grandes rocas, es tan inmóvil, que semeja un espejo; pero a intervalos regulares el agua borbotea y despide un vapor amarillento. Es evidente que en el fondo de la laguna debe haber una gran cantidad de lava, cuyos gases sulfurosos se infiltran, puesto que un terreno de origen volcánico contiene siempre grandes capas de azufre.

Estos argumentos, sin embargo, no bastan para convencer a los pobre negros, que siguen creyendo que el "Niño" -nombre que ellos dan a la laguna- es la vivienda de los más poderosos y extraordinarios genios.