martes, 11 de febrero de 2020

La mayor grandeza

Los hombres buenos han tenido siempre un especial cuidado en honrar a sus padres y en ensalzar muy singularmente a la madre, que es, sin duda, la que en el hogar se somete a los mayores sacrificios en bien de sus hijos.

Abraham Lincoln fue en su juventud un humilde leñador; pero supo instruirse en los ratos que le dejaba libre su trabajo, y su fama de hombre de buen sentido, de rectitud y probidad, extendiéndose mientras la fortuna le conducía desde su oficio humilde, a la Presidencia de la República de los Estados Unidos de Norteamérica.

Lincoln contribuyó eficazmente, inspirado en sus cristiano espíritu de justicia, a la abolición de la esclavitud y a la paz de su patria, alterada por la guerra civil más espantosa que pueda concebirse.

Conquistó así la gloria más pura, la que procede de la estimación de sus contemporáneos.

Cuando sus amigos, orgullosos de su encumbramiento, le llamaban grande hombre y libertador, les respondía:

- A todos los elogios que de mí hacéis, prefiero uno que yo estimo como la mayor grandeza: decid que siempre he procurado ser un buen hijo. En esto estriba todo mi mérito y cuanto supe hacer. Tuve la mejor y más buena de las madres y procuré siempre su consuelo. Todo lo que soy, todo lo que pueda ser, a ella se lo debo.

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