lunes, 10 de febrero de 2020

La Reina es Así

E. Pongetti y J. Camargo, argentino

Sala ricamente amoblada. Su Majestad es una linda chica, más o menos de diez años. Luce en la frente una diadema de brillantes. Un collar de perlas da varias vueltas a su cuello. La cola de su vestido es enorme, contrastando con su pequeña figura.

Personajes:
Su Majestad, la Reina
El Príncipe Ministro
La Delegada
Otra Madre
Varios más (no hablan)

CUADRO ÚNICO

Cuando se levanta el telón, su Majestad desciende del trono y se pasea nerviosamente por la sala. Inmóvil, cubierto de medallas, el Primer Ministro, de pie, preocupado, sigue con la mirada los pasos nerviosos de la reina.

Primer Ministro: ¡Cuidado con la cola, Majestad! Ayer mismo, la condesa Blanca Jazmín tropezó con la cosa de su vestido y, al caerse, se rompió una pierna.

Su Majestad: La condesa Blanca Jazmín es muy torpe, y yo no lo soy. Parece que usted se ha propuesto fastidiarme. (Al pretender dar vuelta, pisa la cosa y cae).

Primer Ministro: (corriendo aflijido).  !Oh, Majestad¡, ¿no se lo dije? (Hace además de ayudarla a levantarse). ¿Se lastimó?

Su Majestad: ¡No me ayude! ¡Yo no necesito que nadie me ayude! ¡La culpa fue suya! ¡Si no hubiera hablando del tropezón de la condesa, yo no hubiese caído! ¡Hoy está usted insoportable!

Primer Ministro: (Intenta de nuevo ayudarla). ¡Perdón, Majestad... Permítame!...

Su Majestad: ¡No te lo permito! ¡Las reinas como yo se levantan solas! (Se pone el pie, ordena la cosa de su vestido y adopta un aire autoritario).  Dígame: ¿le parece que deb recibir a la comisión de madres del barrio pobre?

Primer Ministro: Si, Majestad. Su Majestad no debe ignorar que las madres del barrio pobre están tramando una revolución.

Su Majestad: ¡Una Revolución! ¡Y no me había dicho usted nada, sabiendo que tiemblo con sólo oír hablar de revolución! ¿Tiene usted en su bolsillo mi polvera... y el espejito?

Primer Ministro: Si, Majestad. (Saca del bolsillo una cajita y su espejo, que sostiene en la mano mientras la reina se empolva la cara). (Empolvándose): ¡Una revolución! ¿Ignora usted que sólo las revoluciones y los ratones me hacen temblar?... ¿Está bien así mi cara?

Primer Ministro: Su Majestad está preciosa.

Su Majestad: ¿Linda?

Primer Ministro: Lindísima.

Su Majestad: (Vanidosa). Tiene usted muchos defectos, pero una buena cualidad: sabe apreciar lo hermoso... Bien, que pasen esas madres.

Primer Ministro: Perfectamente, Majestad.

(Hace una reverencia y va retrocediendo hasta la puerta del foro. Sale. La reina se ubica en primer término de la escena, arreglando la enorme cola del vestido sus cabellos y el collar. Adopta un ademán majestuoso, y se mantiene inmóvil. Entra un grupo de niñas, pobremente vestidas. Cada una trae en sus brazos una muñeca desnuda. Al frente de ellas el Primer Ministro, quien hace una reverencia que es imitada por todas las niñas).

Primer Ministro: ¡La comisión de madres del barrio pobre, Majestad!

Su Majestad: Muy bien, Concedo la palabra a la jefe de la comisión. Puede hablar con entera libertad.

Delegada: (Saliendo del grupo, algo cohibida, con su muñeca desnuda en los brazos). ¡Majestad! Nosotras, madres del barrio pobre, no queremos que nuestras muñecas padezcan frío. Pedimos retazos al Ministro de Hacienda y nos contestó  que ya se habían agotado. ¡Y el invierno es cada vez más crudo! ¡Todas nuestras muñecas están ya engripadas!

Su Majestad: ¡Todas las muñecas engripadas! ¡Y el Ministro del Salud pública no me ha dicho nada! ¡Es inaudito! ¡Hoy mismo le pediré que renuncie!

Otra Madre: (Adelantándose): ¡Todas están con cuarenta y cinco grados de fiebre, Majestad! (Levantando una muñeca negra). La mía se ha puesto negra de tanto ardor... ¡Mírela, Majestad! (Desata el llanto, sus vecinas las consuelan)

Su Majestad: ¿La fiebre la ha vuelto negra? ¡Es alarmante, trágico! ¡Nunca ha ocurrido esto en mi reino!

Delegada: Es urgente una determinación, Majestad. Pronto va a nevar. Nuestras muñecas tiene una nariz roja, y esto anuncia nieve.

Su Majestad: ¡Si! Hay que proceder de inmediato. (Piensa con aire grave. Silencio profundo. Nerviosa). ¡Señor Ministro! ¡Saque de su bolsillo mis tijeras de uñas!

Primer Ministro: (con una tijerita en la mano). ¿Y ahora, Majestad?

Su Majestad: ¡Córteme la cola del vestido a la altura de las rodillas!

Primer Ministro: (Indeciso). ¡Pero!...

Su Majestad: ¡Córteme la cola! ¡Yo se lo ordeno! El Primer Ministro se acerca, se arrodilla y corta la cola del vestido. Las madres se aproximan lentamente, azoradas).

Primer Ministro: ¡Ya está. Majestad! ¡Le he cortado la cola!

Su Majestad: ¡Entréguesela a la jefe de la comisión! (A las madres): Vistan a sus muñecas con la cola del vestido real. Mandaré a cortar las colas de todos mis vestidos. Gobernaré con faldas cortas. ¡Pero las muñecas de mi reino nunca se morirán de frío!

(Aplausos frenéticos. Vivas a la reinas)

TELÓN

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