Vivía en Roma una aristocrática y hermosa dama llamada Cornelia. Hubiera podido casarse con un rey, pero prefirió casarse con un honorable ciudadano romano. Su marido se llamaba Graco, y tuvo de él dos hijos, que fueron conocidos por los "Gracos".
Amábalos con pasión; educólos en virtud y nobleza y se propuso que fueran dignos ciudadanos de Roma.
Un día, recibió la visita de una elegante patricia que solo acertaba a hablarse de trajes y joyas, y que terminó por decirle:
- Ya sé que tenéis también joyas muy preciosas, ¿me las quiere enseñar?
Levantóse Cornelia, salió de la estancia y, al corto rato, reapareció llevando de cada manos a sus dos hijos ya mayorcitos.
- Estos -dijo- son las únicas joyas de que os he hablado.
Fueron aquellos hijos hombres heróicos, y toda roma reconoció que debían a su madre el ser tan valientes y justicieros. aún en vida se le levantó una estatua con esta inscripción.
A CORNELIA, madre de os Gracos.
¡Gran destino es ser madre de hombres heróicos! El nombre de Cornelia vivirá siempre y sus famosos hijos son recordados por haber tenido una madre tan noble y tan buena, que hizo de ellos lo que fueron: hombres célebres.
Así, las madres de todos los tiempos que abrazan con amor los deberes maternales, hacen de sus hijos valores reales, que a su vez, continuando la cadena cuyos eslabones empiezan en la madre, prosiguen dando a la Patria, al hogar y a la sociedad mujeres tan augustas como Cornelia, y hombres tan extraordinarios como los Gracos.
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