lunes, 10 de febrero de 2020

Lo que cuenta el viento

R. V. A.

Sin ir más lejos, les voy a contar lo que hice ayer. andaba vagando un tanto aburrido por valles y entre cerros, cuando me dije -pues soy a veces un locuelo hablando solo- ¿por qué no te diviertes un poco? Dicho y hecho, cual lo pensé y lo hice. Me fui como jugando y silbando s poquito hacia los volantines que habían elevado unos chicuelos, y los soplé fuerte, hasta cortarles los hilos. ¡Pobres niños! Después me dio pena, ¡que cara pusieron cuando sus volantines, muy altos en el cielo, se alejaban con volteretas de adiós! En un colegio, sacudí la campana e hice terminar más temprano la hora de clase, y luego, al salir a la calle, les volé los sombreros de paja a unas colegialas; a un señor gordo y de mal genio, le arranqué su peluca. Por suerte para él, una señorita simpática y atenta logró cogerla y se la entregó. ¡Ah, pero no crean que continué, cual travieso rapaz con bromitas de tan mal gusto!, pues hice, horas después, algunas obras de caridad: Llevé el polen que necesitaban los árboles de muchos huertos; moví las aspas de unos molinos que estaban deseosos de que pasara como jugando entre ellos. Al atardecer, inflé las velas de una barca que, con ellas, desplegadas, hacía días estaba al pairo, lejos de la costa, esperando mi empuje. Y esa noche, amigos míos, pienso hacer las veces de pastor de la infinita pradera celeste: juntaré grandes piños de nubes grises para arrearlos hacia campos muertos de sed.

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