miércoles, 17 de enero de 2018

Pedro Urdemales engaña a un rico

Estaba sin trabajo Pedro Urdemales, y como entre los pobres, el que no trabaja no come, el hambre le andaba medio juntando las costillas.

Entonces fue a pedir trabajo donde un ricacho medio "cicaterón", dueño de una gran hacienda, en la que como su mayor orgullo, tenía una hermosa piara de chanchos, gordos y rollizos.

El ricachón lo contrató, precisamente para el cuidado de los chanchos, y le recomendó de modo especial, que no castigara jamás a los animalitos y que, ni de broma, se acercara aun pantano que existía en la hacienda.

- No tenga cuidado, patrón -dijo Pedro-. Los cuidaré como si fueran mis hermanos.

Lo primero que hizo Pedro, una vez solo con los chanchos, fue matar al más gordo de ellos, descuerarlo y hacerse con su carne un rico asado al palo con el cual aplacó su hambre de varios días. Enseguida salió al camino público y procedió a vender los chanchos a unos viajeros que pasaban.

- Demen lo que quieran por ellos -les decía-. Eso sí, tengo que venderlos sin rabo, pues tengo hecha una manda de no vender nunca un chancho con cola.

Los viajeros pagaron "a huevo" cada chancho y se alejaron riéndose del "tontito de la manda".

Pedro se dirigió al pantano y allí enterró en el barro todas las colas de los chanchos. Enseguida corrió, gritando, hacia donde el ricacho.

- ¡Patrón, patrón! ¡Qué desgracia tan grandaza! Los chanchos se metieron toítos al barro.

- ¿No te dije, caramba -exclamó éste, corriendo hacia el pantano- que no te acercaras nunca para esos lados?

Llegó al pantano y, cogiendo la primera cola que alcanzó con su mano, tiró para atrás con todas sus fuerzas. ¡Tamaño porrazo que se pegó!

- Ándate corriendo para las casas -le gritó a Pedro, que llegaba en ese instante- y tráeme unas cuantas palas y un azadón.

- Bueno, patrón -respondió Pedro y "se las emplumó patitas pa' que te quiero".

Ahí quedó el ricacho, esperando.

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