miércoles, 17 de enero de 2018

Dos Héroes

Francisco Valdés Vergara

El cadáver del Capital Prat permaneció sobre la cubierta del Huáscar hasta la terminación del combate. a su lado estaban los cadáveres del Sargento Aldea, del teniente Serrano, y de los marineros que acompañaron a éste en el abordaje. Luego que se hundió la esmeralda, el capitán Grau dio orden de mandar a tierra aquellos sangrientos despojos. Al cumplirse esta orden, se notó que el capitán Prat tenía en el bolsillo de su casaca una cartera con los retratos de su esposa y de sus pequeños hijos.

Arturo Prat fue valiente como ninguno; de ellos dio prueba haciéndose matar por la honra y la gloria de la República. También fue amante, como ninguno, de su familia; jamás apartó de su corazón el recuerdo de la madre, de la esposa y de los hijos que la formaban. En el momento de abordar la nave enemiga, llevaba en la mano derecha la espada que la Patria le había dado para su defensa, y en el pecho llevaba los retratos de los seres queridos a quienes no volvería a ver. El pensamiento de que iba a dejar a su esposa en la viudez y a sus hijos en la orfandad, debió hacerle sentir amarga pesadumbre; pero esto no perturbó la serenidad de su ánimo, ni hizo flaquear la firmeza de su voluntad. Su alma, inflamada en santo amor a la Patria, se desligó con viril esfuerzo de los tiernos lazos que la ataban a la vida terrenal, y se elevó, por el sacrificio, a la inmotalidad gloriosa de los héroes.

El Capitán Grau guardó con respeto la cartera y la espada de Prat; algunos días más tarde envió estos objetos a la viuda del héroe, con una carta en la cual hacía cumplido elogio de su valor. El capitán Grau mereció, por este acto de hidalguía, el Huáscar fue vencido, y su jefe murió, como cumple con un valiente, en el puesto que el deber le señalaba. El Gobierno de Chile ordenó entonces que los restos de Grau fueran sepultados en Mejillones, con los honores propios de su rango militar. Con estos hechos se enseña a los pueblo que, aun en medio de los horrores de la guerra, la humanidad ordena al enemigo vencido y honrar sus virtudes.

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