miércoles, 5 de octubre de 2011

El tiranosauro

De entre todas las bestias gigantes antediluvianas de tierra, agua o aire, tales como el mamut, el estegosauro, el megaterio, el brontosauro y el enorme altantosauro, de cuarenta metros de largo y a cuyo paso temblaban la tierra, se caracterizaba por su ferocidad el tiranosauro.

Media 17 metros de lagro este tirano rey de los reptiles (gr. tyrannos, tirano; y sauros, reptil), el más feroces de todos sus congéneres.

Este bípedo, es decir, caminaba y corría sobre sus patas traseras, tremendamente desarrolladas, equilibrando su cuerpo con el peso de la formidable cola. Sus pies estaban provistos de fuertes zarpas, parecidas a las de las águilas, con la diferencia de que las suyas eran de 20 centímetros. Su cabeza medía casi un metro y medio y sus patas delanteras, menos desarrolladas, sólo le servían para aferrar y desgarrar la presa.

El cuerpo de la bestia estaba dotado de gruesísima piel y carecía de armaduras, como las defensivas del estegosaurio, el dimetrodón o el triceratops, pues poca falta le hacían, dada la superioridad combativa frente a las otras tremendas especies, a no ser que luchara contra otro tiranosauro.

En museos de Europa se hallan perfectamente conservados esqueletos fósiles suyos, así como de muchos otros monstruos de tan remotas edades.

Cuando uno contempla tales restos o ve reproducidas en cuadros sus imágenes, sin querer, piensa en el hombre de las cavernas que, para conservar su vida, tenía que luchar no solo contra la inclemencia de la bravía naturaleza de esos milenarios tiempos, sino también contra tan fieros y formidables enemigos.

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