Rubén Darío
Es algo formidable que vio la vieja raza:
robusto tronco del árbol al hombro de un campeón
salavaje y aguerrido cuya fornida maza
blandiera el brazo de Hércules o el brazo de Sansón.
Por casco, sus cabellos; su pecho, por coraza:
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región,
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza,
desjarretar un toro y estrangular un león.
Anduvo... anduvo... lo vio la luz del día,
lo vio la tarde pálida, lo vio la noche fría
y siempre el tronco de árbol a cuesta del titán.
- ¡El toqui! ¡El toqui! -clama la conmovida casta.
Anduvo... anduvo... anduvo... la aurora dijo: -¡Basta!
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán.
i las demas paginas
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